Según los Indicadores básicos de salud (2019) del
Ministerio de Salud Publica del Paraguay, la tasa de muerte por causas externas
(que incluye accidentes) fue de 45,8. En el presentel informe, la población
ascendía en 2018 a 7.052.983 habitantes, lo que constituye un total de 3208
personas. De este grupo, las muertes por accidente en transporte terrestre
fueron de 1.166 personas, dentro de las cuales el 55.5% (642) fueron por
accidente de motocicletas.
Otro dato interesante es de las muertes por
problemas del aparato circulatorio, básicamente infartos o accidentes cerebro
vasculares, más conocidos como derrames. La tasa por 100.000 habitantes es de
121,9 (8539 personas) y no menos importante la cantidad de personas que mueren
por tumores (cáncer) que llegan a 4799 personas cada año.
Desde que se inició todo este operativo de control
en las rutas y efectivamente la policía está registrando y controlando los
vehículos, el número de accidentes disminuyó en un porcentaje muy significativo
(mayor al 50%) y también las muertes. En las urgencias de cirugía o traumatología,
que normalmente se llenan de accidentados/as y no menos frecuente son las
muertes, los fines de semana parecía una zona de guerra, era imposible pasar
por los pasillos de tanta gente que iba al hospital (entre 15 personas por
paciente en ocasiones) y en los pasillos de las urgencias, era impresionante la
cantidad de accidentados/as que no daban tregua a los/as médicos/as que
luchaban por salvar uno a uno a cada paciente. Era triste ver a mis colegas de
sol a sol, con ojeras, hambre y deterioro de su salud, luchar por una mayoría
que no usa casco o maneja alcoholizado/a.
Un cáncer muy frecuente en nuestro país, es el
cáncer de cuello uterino que incluso padecen mujeres jóvenes. Si el ministerio
de salud hiciera campaña más agresivas para controlar y dar seguimiento a
mujeres jóvenes que tienen hijos o a mujeres sin hijos, muchas más vidas
estaríamos salvando.
El modelo de cuidado de la salud del país es “obsoleto”,
no ayuda a prevenir las enfermedades y no ayuda a encontrar soluciones a los
problemas de una manera sostenida. Se buscan paliativos y la formación de los
profesionales de la salud se centra en la mirada “al paciente” sin pensar en
las condiciones sociales que determinan que el paciente llegue a la enfermedad.
La inversión, debe venir para médicos de
familia, para epidemiólogos/as y personas de blanco que puedan ayudar a mejorar
los hábitos de la población. Nada de eso se podrá hacer si hay pobreza y
desempleo tampoco.
En este escenario apocalíptico de la pandemia
del coronavirus, se hace más que evidente que un modelo de producción agroexportador,
no nos ayuda como país a enfrentar la crisis, mientras se siguen alimentando
chanchos en China, o se exporta carne a Rusia u otros países. Mientras los
grandes centros de producción consumen nuestros productos, el pueblo sufre la
contaminación, la deforestación y además el desempleo y el hambre.
Una salud preventiva, un cambio en la matriz
productiva que redistribuya las tierras y las organice para satisfacer las
necesidades de cada región, evitando los grandes traslados; una cooperación para
mejorar la alimentación del pueblo empezando con darle trabajo digno, serían
estrategias que ayudaría a mejorar la salud del país. Si seguimos con estas
visiones “parciales”, que solo miran que falta paracetamol en la farmacia o que
el salario debe aumentarse un 10%, no saldremos del problema. No basta con
aumentar el salario, es necesario cambiar la matriz productiva y el sistema de
producción que este sostiene.